El bar dónde decido entrar está en Torrent de l'Olla, una calle muy céntrica de un barrio muy de todo. En realidad no entra nadie des de hace más de dos horas, lo cual me impacienta ya que vine aquí para describir al primer calvo con patillas que entrase por la puerta y aún no ha asomado la nariz ni una triste madre pija con poca actividad cerebral.
Me he sentado justo al lado de la barra, mirando a la puerta para no perder detalle de la actividad del bar. Últimamente voy muy a menudo a tomar-me el café allí, podríamos decir que me he hecho una clienta habitual. Miro al camarero y pienso que este sitio está destinado al fracaso. Me gustaría saber si los propietarios són los mismos des de hace años o si llevan una mala racha y el bar se siente triste, de traspaso en traspaso.
Pobre bar, en serio, está tan vacío que se podría morir dentro. Las paredes están llenas de fotos antiguas de futbolistas aún más antiguos, colgadas con poca gracia y con la poca vista comercial del que aún cree en el apego de las personas a los recuerdos y los sitios de toda la vida.
Me imagino que entra un hombre mayor. Viste cómo a mi me gustaría que vistiera mi novio a los 80 años. Con un sombrero negro, una abundante barba blanca i el paso ya no tan ágil, después de la última operación de cadera.
Se queda mirando al camarero mientras deja el bastón y se sienta justo delante de mí. Des de mi sitio veo su perfil y me imagino varias cosas. Primero a su mujer diciéndole que se corte los pelos de las orejas y después, si pudo escoger su trabajo, si le gustan las chuches con forma de gusano y dónde guardaba los documentos secretos sobre las acciones anarquistas del barrio durante la guerra civil. Creo que lo que le salvó, en realidad, fue la vitalidad y la alegría de su hija menor que ahora es una reconocida osteópata que le visita todos los días. Hoy han quedado para tomar un café en el bar de siempre y ella se retrasa un poco. Lo espera contento con la paciencia amplia de la gente que sabe querer.
Siempre que hablo con gente mayor me siento bien, a lo mejor es verdad y describir a un personaje me dice más de mí que de él.
Señorita
Dos
1.
Hay un bar. En esas que elijo camarero. Es apuesto, no tiene edad, debería tener más brazos pero se apaña con dos, ¿qué lo distingue? Pienso que piensa que soy un farsante, un tirillas que no alcanza ni a reclamar por su café demasiado frío. Pienso que piensa que él no debería servir cafés, lo veo imaginándose cobrizo, acostado en la arena ¡y húmedo ! De seguro que se figura con su chica, si acaso le falta, esa que le agrada tanto. Atisbo una bruma en su frente, me mira y ,de todas que se pregunta ¿Qué coño pensará ese niñato? Pienso que piensa que estoy absorto en algún rincón de mi memoria. Conjeturo que supone que pienso en una chica que me arruinó unos meses de vida, unos meses que, supongo, cree que anhelo por recobrar , aún así, no se apiada de mi. Se atusa el pelo y se me imagina en la calle, despeinado y empapado, y apuesto mi vida que en su cara veo como piensa en arremeter contra mi a pesar de conocer mis desdichas. Yo sospecho las suyas. Se que yo creo que el pretende conocerme con solo pensarme un instante. En esa hipotética visión, creo que cree que es mejor que yo.
Ferdydurke
QUATRO